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Les Grands Buffets

Visita a Les Grands Buffets (o cómo comer en uno de los mejores restaurantes de Europa por 45€)

Hace ya casi 4 años que llegué a Barcelona… Recuerdo un chico que siempre iba estudiando en el tren, cada mañana, en el mismo asiento y a la misma hora… Y siempre pensaba: «¿qué estará leyendo? Meses después, ese mismo chico se presentó en el gabinete de circulación donde yo estaba trabajando, Toni Pérez, un maquinista con el que no sólo compartiría momentos de trabajo, sino muchas anécdotas y miles de historias… Lo mismo te lleva en barco, te vuela un dron, o te conduce un tren, pero en esta ocasión, Toni ha venido para darme envidia, ¡sí!, mucha envidia, con esta súper historia, de un día en el mejor restaurante buffet del mundo… ¡Y aquí está, su súper post! Muchas gracias Toni por compartir tu gran experiencia con todos nosotros. La próxima, me apunto, así que hacedme un hueco ;). Y ya sin más dilación, disfrutemos de este gran menú…. Muchísimas gracias Toni…

Narbona es conocida por ser un punto de paso de la Vía Dolomita, y también por el canal de la Robine (una ramificación del canal du Midí que comunica el Atlántico con el Mediterráneo). Pero este artículo no va a hablar ni de navegación náutica ni de romanos… Bueno de romanos quizá, ya que haremos honor a cualquier bacanal digna de un emperador de Roma. (Ver: nuestro-rincon-de-los-restaurantes-con-mas-encanto-del-mundo/)

Desde Barcelona hay el TGV que conecta con Narbona en poco menos de dos horas, siendo un grupo de 7 personas decidimos coger el TGV por la comodidad que ello representa. No obstante la SNCF (algo así cómo la RENFE francesa) decidió cancelar nuestro tren por ruptura de vía en Montpellier pocas horas antes del viaje y sin transporte alternativo. Visto el percal hubo que tirar de coches (pero sigo recomendando ir en tren, más tarde explicaré la razón), de forma que nos reunimos el día D y rumbo a Narbona.

Cómo curiosidad el navegador de mi coche no conocía el restaurante (ni la dirección), pero si el concesionario de su marca que casualmente estaba justo al lado del restaurante, así que puse la dirección del concesionario BMW de Narbona y rumbo norte.

Al llegar a Narbona accedes a una especie de polígono comercial/industrial, el lugar más insospechado para un restaurante de alto standing. Pero si, ahí está junto a unas piscinas climatizadas y un campo de golf (buena idea para bajar panza después del atracón).

Una vez aparqué el coche lo primero que ves es una cola considerable (si, en efecto es una cola de gente que está esperando pegarse el gran atracón de sus vidas), la tensión va aumentando por momentos hasta llegar a una puerta estilo Art Decó que pone bien grande “Les Grands Buffets”. ¡Comienza el espectáculo!

¡Y es que la entrada ya promete!

Lo primero que encontramos es una balanza. Si, lo digo bien, así que toca pesarme y sorpresa: entro al restaurante con 87 kilos. Tras la prueba de peso pasamos por una especie de túnel ajardinado dónde nos confirman la reserva, nos asignan un camerero y nos lleva a la mesa.
Durante nuestra estancia en el restaurante veremos el lema de Gargantúa “Fait ce voudrais” (haz lo que quieras) constantemente. Así que cómo en buena dictadura bacanalesca obedeceremos a nuestro líder sin cuestionarle.

Si, una balanza nada más entrar (con 87 kg).

Estando sentados nos ofrecen (al loro) un mapa del restaurante, y si, hace falta un mapa o casi un navegador GPS para no perderse por el enorme laberinto de comida que hay. La mesa en si es una obra de arte, hay varios comedores temáticos (un jardín, otro tematizado con un look versallesco y el comedor Art Decó que es dónde estuve).

Así es, un mapa por si te pierdes.

Comentar que en ese momento nos ofrecerán vinos de una amplia colección que disponen, y al contrario de lo que pueda parecer a precio de bodega.

Y es que una mesa bien puesta también puede tener su parte artística.

Así que llega la hora del atracón, lo primero que ves es el sector de “la mer” dónde una enorme cascada de bogavantes centraliza todas las miradas flanqueada por raciones de salmón ahumado/marinado almejas, ostras y cangrejos.

El bogavante, el bogavante te coge por detrás y te coge por delante.

En la misma sala encontraremos el mostrador de foie (hay varios tipos de foie-gras, de pimienta, normal, encebollado, etc…), cualquier foie vale la pena pero mejor acompañarlo con mermelada de higos. Detrás del foie está el buffet de quesos y embutidos, pues que este sitio tiene el record guiness de ser la mayor colección de quesos del mundo con 111 referencias.

Foie y quesos: la puerta a la ruta del colesterol.

Ha terminado el calentamiento y hay que ir a por los platos fuertes, hay una zona de jamones con diferentes tipos, pero la verdad es que pasan bastante desapercibidos. Al llegar a “Le Brasserie” encontraremos dos sectores, el sector de comida preparada (con unos guisos increíbles, recomiendo mucho probar el civet de sanglier) y el sector de cocina en vivo.

En el sector de cocina en vivo encontraremos un cocinero que sirve chuletón al corte con salsas a elegir, y a su lado un Maître Canardier, algo súper prestigioso en Francia pues el Maître Canardier es un cocinero especializado únicamente en cocinar patos. Ese día servían canard au sang (pato a la sangre), aunque el nombre suene poco apetecible decidí dejar el “asco” a un lado y probarlo. La experiencia fue indescriptible.

Algunos dirán que está vivo, otros que es un zapato, pero cómo dice el lema del restaurante “haz lo que quieras”.

Seguimos en la gran cocina en la que puedes pedir comida cocinada casi al momento, algunos platos cómo la langosta americana, el tournedó au foie (solomillo de buey con foié), el steak tartare, la coquille de Saint-Jacques o los huevos poché, son de prueba obligatoria aunque ya aviso que es imposible probarlo todo, hay que dejar espacio para los postres.

Y es aquí dónde se cumplen los sueños de todo glotón.


Hemos terminado la primera parte del atracón y es momento para hacer una pausa e ir al baño, un lavabo que por cierto está decorado cómo un jardín usando un hilo musical con cantos de pájaros (ideal para inspirarte mientras estás sentado/a en el escaño votando una ley para replantar pinos). Tras esta visita volvemos a la arena de batalla.

Y es que te quedas helado al ver la zona de postres.



Dos últimas rondas: el buffet de postres y “le glacier” (la heladería) que por cierto no visité debido al enorme empacho que llevaba encima.

En el buffet de postres encontraremos macarons, pastas turcas, tartas de fresas, frutas, fuentes de chocolate, gominolas entre otros. Pero la estrella de los postres es la crêpe suzette, un crep vulgaris pero flameado en Cointreau, con ese sabor de naranja ácida tan característico.

Hemos terminado la bacanal y tras intentar moverme se que he de pasar la última prueba: volver a la báscula. Esta vez marca 89.5 kg, cómo diría Bernd Schuster: no hace falta decir nada más, y todo esto por poco menos de 45€.

Como calentamiento de las navidades no está nada mal.

Queda pendiente volver pero visitando las piscinas climatizadas y/o el campo de golf, así que espero hacer un upgrade de este artículo dentro de un tiempo.

Bonus:

Un videoresumen del restaurante

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